Un actor entra por casualidad en un desván lleno de objetos
teatrales ya en desuso y se produce la magia de la
representación. Un simple libro antiguo es una excusa perfecta
para jugar a ser aquello que no eres.
En este caso es El Buscón de Quevedo, pero podría ser otro,
cualquier motivo es bueno para entretener a un público que
quiere que le cuenten historias, ver los sentimientos de los
personajes de las mismas y saber como resuelven sus conflictos,
para aprender los continuos mensajes que nos ofrece la vida.
Porque El Buscón, no es más que eso, un personaje que busca.
O más bien que se busca a si mismo. Pues como bien dice al final
de la novela el autor “nunca mejora su estado quien muda
solamente delugar, y no de vida y costumbres”.